Ayer fui con mi hija a la zona de Usera porque teníamos que terminar las gestiones para el cambio de orden de sus apellidos y no nos dieron cita más que allí. El trámite fue rápido y parece -parece- que todo está arreglodo. Veremos.
El caso es que estuvimos dando un paseo por la zona de Marcelo Usera, la calle y sus aledaños, y me quedé horrorizado con el número de salones de juego que había por allí. Nada de cosas cutres, locales bien acondicionados y pegados unos a otros. Pegados como que están en la misma manzana, quiero decir.
Fíjate que pensé que si quitabas esa basura de sitios el lugar estaría bien para vivir. Muchas tiendas pequeñas con todo tipo de bienes y servicios y mucha vida por sus calles. Calles que están saturadas de tráfico, por desgracia, pero como es algo que sí que tiene arreglo no me pareció mal sitio para cambiarlo por el pueblo en el que vivo ahora.
Quizás es que he envejecido y estoy harto de la soledad. No lo sé. Sí que descubrí en un rato lo que es la vida de barrio que yo recordaba cuando vivía por la zona de Legazpi.
Qué bonito es ser presidente de la comunidad, que los administradores pasen de ti y que cada vez que veas a un vecino no puedas saludarle con una sonrisa y mucho amor.
En su lugar hay que escuchar todas las quejas y la letanía final: pues se cambia de administrador. Claro que sí, guapi, para que luego me dejéis con el culo al aire cuando lo proponga.
Viniendo ahora con las perras de paseo he visto algo que me ha dejado perplejo.
Cruzando la calle venía una pareja de bichos: por tierra una rata, por aire un pájaro tamaño gorrión pegándole picotazos a la rata y haciéndola huir.
La rata doblaba en tamaño fácilmente al pájaro pero supongo que los ataques aéreos es lo que tienen.
Al final la rata ha escapado porque nos estábamos acercando y el pájaro se ha marchado y la ha dejado, pero si no creo que hubiese sufrido daños porque los picotazos eran tremendos.
