He empezado muy bien el día, leyendo "Las redes son nuestras", de Marta G. Franco, una experta y activista de Internet que forma parte de la comunidad de Mastodon (entre otras muchas cosas).
Una revisión superficial del libro me ha bastado para tener muchas ganas de leerlo con atención, sobre todo las partes más referidas al presente y al futuro.
Ojalá os anime a comprarlo y leerlo. Estaría muy guay tener con quien comentarlo por aquí. :blobcatbook:
En el libro "Dopamina" se nos explica un interesante experimento de Aza Raskin, experto en experiencia del usuario y diseñador jefe del navegador web Firefox 4, para que cualquiera compruebe la ineficiencia de trabajar en modo "multitarea". Eso incluye cualquier forma de trabajo que requiera concentración y se vea constantemente interrumpida por, por ejemplo, notificaciones de smartphone. Me lo apunto para hacerlo con alumnos de Secundaria. Ahí va:
Deletrea en voz alta, de una en una, «Las joyas son brillantes» mientras escribes tu nombre. ¿Cuánto tardas? Ahora deletrea en voz alta, de una en una, «Las joyas son brillantes», y luego, cuando hayas acabado, escribe tu nombre. ¿Cuánto has tardado? Seguramente, más o menos al mitad que con la «multitarea».
Parece que la revolución tecnológica de la IA sí va en serio.
Que puede cambiar el mundo tanto como lo hizo la llegada de Internet.
O al menos, eso opina gente que sabe de esto mil veces más que yo, como el editor de Wired.
¿Por qué lo vivo con más miedo que ilusión?
Pues porque el capitalismo no me protege de las revoluciones tecnológicas. Al revés; a menudo me expone a ellas como carne de cañón.
Y lo que podríamos vivir como un prometedor salto adelante nos llena de miedo, inseguridad, y hasta nos vuelve un pelín reaccionarios.
El cambio nos atemoriza por buenas razones.
Se llama doctrina del shock. Y los que llevamos un rato en este trozo de roca galáctica nos hemos llevado ya unas cuentas descargas: Se aprovecha un cambio drástico para robarnos más derechos e incrementar los beneficios de los propietarios.
Y ya no nos queda inocencia para darles un voto de confianza a las big tech. Ya sabemos lo que hacen cuando se "autorregulan".
El sábado nos quedamos en un hostal-restaurante de pueblo.
El mismo señor que nos tomó el pedido en el restaurante nos hizo el check in del hotel.
Qué pocas ganas de que llegue el verano tengo - nos dice.
Mucho trabajo, ¿no?
Sí, y lo peor es buscar a la gente. Ojalá pudiera yo solo, pero no doy para más. Ya nadie quiere trabajar. Prefieren recibir la paguita. Normal, yo tampoco querría.
Nuestro incómodo silencio cortó la conversación.
Al día siguiente intenté rehuirlo, pero era imposible; estaba en todas partes. Desde primera hora de la mañana hasta última hora de la noche. Ocupándose de habitaciones, recepción, el bar y el restaurante, de todo.
Me lo imaginé encadenando temporadas, un año tras otro, deslomándose en su negocio, sin comprender por qué nadie quiere deslomarse como él a cambio de una vida miserable.
No hay peor patrón: el auto-explotado explotador.
Doy gracias a las paguitas por librar a los españoles de verse obligados a caer en sus garras.
No podemos subir los sueldos porque dejaremos de ser competitivos.
Estoy de acuerdo. De hecho, propongo bajarlos drásticamente.
¿Cómo?
Sí, propongo bajar los sueldos de los directivos de forma drástica.
P..pero eso no se puede hacer.
¿Por qué?
Pues porque si bajamos los sueldos de los directivos dejamos de ser competitivos.
¿Pero ser competitivo no es producir más por menos? Venga, pues bajemos los sueldos de los directivos también. Así seremos más competitivos, ¿no?
No, hombre, porque entonces los directivos se fugan a otros países. El talento se va.
¿Pero no es eso lo que nos hace competitivos? ¿Que tenemos mejores profesionales trabajando por menos? Si no subimos sueldos de los trabajadores, ¿no sería muy fácil sustituir a los que más cobran por trabajadores que, cobrando 10 veces menos, lo hagan igual de bien?
No, pero es que a los top no los podemos quitar, sabes, son los dueños y eso.
Desde que la salsa de pesto de súper llegó a mi vida, la he usado como si fuera ketchup, es decir, como si no tuviera fecha de caducidad conocida una vez abierta.
Hasta que un día me fije en que el bote indica que caduca a los 5 DÍAS de abrirla.
Que yo siga vivo es la prueba empírica de que no te mueres si la consumes más tarde.
Pero ya miro con miedito esa salsa de pesto que me encontré olvidada en la nevera.
¿La uso o no la uso para hacerme una pasta? :blobglare:
Ayer comentaba aquí @ElPamplina que Youtube te recomendará cualquier contenido que te haya hecho reaccionar, aunque lo hayas marcado con un "No me gusta".
Por la misma razón, si Instagram o TikTok detectan que detienes el scroll cuando te muestran un vídeo de una ideología antagonista a la tuya, te ofrecerá más y más.
El fenómeno se descubrió en la radio hace décadas. Se llama "espectador a la contra".
Al comienzo de la era de la televisión y la radio, los presentadores eran muy correctos. Creían que lo ideal era caer bien a todo el mundo.
Pero algunos comunicadores comenzaron a pisar líneas rojas. A ser polémicos. A ser maleducados.
Y las audiencias, en lugar de bajar, subieron.
Se descubrió que prestamos también mucha atención A LA CONTRA.
¿El problema? Que todo ese foco se robamos a temas y personas que realmente lo necesitan.
Y acabamos prestando más atención a la última barrabasada de Ayuso que a una noticia sobre el efecto del PIB en el cambio climático.
Cuanto más leo sobre la crisis de atención que hoy vivimos, más clara me queda su relación con la crisis del modelo de crecimiento ilimitado de nuestra economía.
La economía mundial exige crecimiento. Esto significa crear plusvalía; es decir: beneficios económicos, y no solo servicios y productos para cubrir necesidades.
Cuando una economía no tiene más margen para crear esa plusvalía, crea una "solución".
Y las soluciones suelen ser agresivas: colonizar, explotar recursos, provocar una guerra, desregularizar el mercado laboral, etc.
En la economía de la atención, cuando una empresa como Facebook, YouTube o El País ve peligrar su crecimiento, su necesidad insoslayable de crear beneficios, crea también una "solución".
Vender tus datos, provocarte adicciones para que pases más horas en la app, ir a por los menores de edad, etc.
Nuestro cerebro está al límite por la misma razón por la que nuestro planeta está al límite.
En la biblioteca de Zamora han programado una conferencia: “¿Adónde nos lleva aburrirnos?”
Apostillan: “¿Es posible que el aburrimiento tenga una vertiente positiva, que sea un mecanismo adaptativo esencial en la evolución de nuestra especie?
Cada vez me encuentro más reivindicaciones del aburrimiento. Que tienen toda mi simpatía, porque mi madre me enseñó que hay que saber aburrirse.
Mi madre es psicóloga y dedicó toda su vida profesional a la tierna infancia. Durante treinta años, enseñó a padres de bebés con discapacidades a entender a sus hijos.
Y siempre defendió que los niños deben aburrirse.
En consonancia, yo solo podía ver 30 minutos de tele al día. Y nunca podía jugar más de 1 hora diaria a la consola.
Jugaba en mi cuarto, pasaba mucho tiempo en la calle. Y me aburría. Recuerdo muy bien mi aburrimiento infantil, tardes caseras de invierno, días vacíos al final del verano.
Sé que le debo a esa escuela las cosas que más valoro de mi mismo.
@angel Yo me baso en dos libros para estas afirmaciones: Dopamina, de Lieberman y E.Long, y El valor de la atención, de Johann Hari.
A mí lo que más me ha servido para calmar mi mente y estar en paz sin tener que petarme la cabeza de cosas todo el rato es el yoga y la meditación. Sé que es la respuesta más obvia, pero de verdad que me han servido mucho.
A los 17 años yo era otro chaval más que siempre se reunía con sus amigos en los bares de rock, punk y fusión, electrónica... Ya sabéis, eran los 90.
Los bares y la vida nocturna era el escenario obligado de la amistad de mi generación.
Quienes no los pisaban pagaban un alto precio social.
Hoy lo comparo con la obligación de los adolescentes de estar en redes sociales. Veo paralelismos.
En ambos casos, son espacios privatizados, que incitan a consumos adictivos.
Y son sectarios en cuanto a que excluyen a los que se quedan fuera.
Puedes elegir el bar, la música, igual que a quien seguir, pero el bar sigue siendo el bar, e Instagram sigue siendo Instagram.
Ambos escenarios te imponen un particular protocolo social que moldea la amistad, que la configura.
Por supuesto, hay grandes diferencias. Pero hoy me fijo en los paralelismos para entender como nuestra amistad ha sido privatizada, obligándonos a canalizarla a través de actos de consumo.
Ayer escuché a un alumno de mi taller de novela decir que le estaba costando darle a su novela el derecho a existir, habiendo ya tantas y tan buenas…
Es un argumento parecido a cuando alguien le suelta a un creador que ya vale de crear, de sacar discos o libros, que qué pesao, que NO HACEN NINGUNA FALTA.
Ya puestos, tan poco hace ninguna falta que sigamos respirando. Total, qué derecho tenemos a existir, habiendo ya tantos seres humanos, y muchos muy buenos. Hay miles mejores que nosotros en todo lo que nos propongamos.
A lo que voy es que crear arte y cultura es una forma de existir. Y casi siempre, una de las menos dañinas que existen. A veces hasta nos mejora.
Y yo creo que siempre nos deberíamos dar permiso a existir de formas que no hagan daño a nadie. Crear literatura casi siempre es una de ellas.
@miguelespigado añado: todo no es una competición por ser el mejor. Y si lo fuera, para llegar antes que los demás en una carrera, los demás tienen que participar.
Hay un mito urbano que dice que el reguetón es la peor música de la historia del pop.
No por cómo es, sino por básica, repetitiva, falta de técnica y calidad musical, etc.
A mí no me gusta el reguetón, pero estos días me ha dado por escarbar en grupos protopunk de principios de los setenta...
Y en fin; no idealicemos la era del rock como la era de la calidad musical en el pop.
El rocanrol era extraordinariamente machacón y repetitivo. Miles y miles de canciones con los mismos acordes, el mismo ritmo, las mismas melodías, el mismo mood, las mismas letras... Una y otra vez durante casi dos décadas.
Claro que hay obras maestras... Pero durante su época de esplendor convivían con toneladas de rocanrol tan mediocre y machacón como los ritmos reagetoneros resultan ahora a los hijos del rock.
Y recordemos también que el rocanrol le parecía una mierda total de música a muchos melómanos de la época, por razones muy similares con las que hoy se condena al reguetón :blob3c:
Si tú no llamas al boicot para que telefonistas, jornaleros o cajeros de banca recuperen su trabajo, espera la misma solidaridad para redactores, correctores, traductores e ilustradores.
Tengo una duda para las buenas gentes de Mastodon que entienden de electrónica.
Tengo un equipo de audio compuesto de un previo (circuitería analógica), una tarjeta de sonido y dos altavoces activos. Los uso en momentos concretos de mi jornada laboral, quizás dos veces al día.
Mi duda sería, ¿qué le da mejor vida a estos aparatos, encenderlos solo cuando se usan y apagarlos justo después, o dejarlos encendidos todo el día y apagarlos al final de la jornada?